PRISAS y PAUSAS
- Palemón Alamilla
- 2 jul 2022
- 4 Min. de lectura

La efervescencia por la renovación de poderes, para el 2024, cada día crece en distintos escenarios. Todos advertimos las prisas de los que aspiran a ocupar la responsabilidad más alta, en la vida pública de México, y la consecuente distracción que ocasiona, para ellos y para el entorno nacional.
El servicio público demanda compromiso de tiempo completo; empero, desde el primer mandatario, los involucrados, sus cercanos colaboradores y, aun a la distancia, quienes con ellos se identifican, están absortos y disponiendo del tiempo valioso, que deberían ocupar en sus tareas.
En diversos eventos, el señor presidente, ha dispuesto del tiempo de su mandato, para ocuparse de la sucesión. Dice que “…se acabó el tiempo de los tapados”. Ahora, es posible destapar a quienes -él- considera idóneos para el relevo. A consecuencia, adoptaron la expresión coloquial de “las corcholatas”, que los aspirantes repiten con agrado, para contribuir a la verborrea.
Eventos por aquí y por allá, traslados en vehículos y aeronaves oficiales. Visitas a las entidades…, no para evaluar o contribuir al avance; más bien, para medir -por el aplauso- y para “mostrar músculo”, como dicen en el argot de la política y…, por supuesto, se suman los gobernadores (los que -hace muy poco- decían que contribuirían a la trasformación de México y abundan en lo antes visto). Todo ello -a querer o no-, genera distracciones. Citaré dos ejemplos:
El titular de la Agencia Nacional de Aduanas dedica horas y horas a sus actos de proselitismo, en tanto debía estar trabajando de tiempo completo. Los principales problemas de México se deben a la entrada de armas, municiones y drogas sintéticas, mucho de lo cual, ocurre por esas aduanas. Por su anhelo de gobernar el Estado de México, deja en segundo o tercer orden esa relevante tarea.
Quien está al frente de la Subsecretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (solo hace actos de ‘vocero’), al informar en “las mañaneras” lo que ya pasó, una vez que, de las fiscalías locales (haciendo a un lado su autonomía), le envían los datos. No se refiere a los resultados de sus estrategias, para evitar los lamentables sucesos, que con frecuencia sacuden a México. Por su anhelo de gobernar el Estado de Coahuila, deja en segundo o tercer orden esa relevante tarea.
Cuando usted lea este artículo, con seguridad podrá citar otro (s) ejemplo (s), porque los hay. Cierto, la actual administración concluirá y deberá comenzar otra; solo que… ¿cuál es la prisa?, si el señor presidente -es recurrente- al citar la alta aprobación que tiene y, su partido (por diversas causas), ha ganado terreno, ante una oposición que se aferra a los actores y a las acciones del pasado.
Faltan dos años, para que termine la administración del presidente López Obrador y, a juzgar por los eventos preelectorales (que el mismo alienta), pareciera que -su gestión- concluirá en breve. Quizá, por los resultados en seguridad, la falta de avance en investigaciones de alto impacto y el desdén por temas jurídico – administrativos – penales, lo traiciona el subconsciente y, ante ello, la sucesión, parece más un distractor que un acto de democracia (por no ser los tiempos).
En anteriores artículos, referí a las pausas, para que tengamos un Código Penal Único; a la consolidación del sistema penal acusatorio (compromiso de los países de América Latina); prisión preventiva oficiosa; colegiación de abogados, entre otras cosas. En la 4T, todo eso quedó en el olvido.
El señor presidente ganó, con amplio margen, las elecciones y asumió -tan alta responsabilidad-, por la decisión de la inmensa mayoría de los mexicanos, en busca de otros rumbos, hasta por el hastío por lo que nos ofrecían. Él, a su vez, dio un golpe de timón, y tomó decisiones (en seguridad) en las que parece hacer pausas. Cuánta falta hace que, en ese rubro, avanzáramos con la prisa, con la que los aspirantes -a la primera magistratura- hoy corren y… a ver si no tropiezan.
Ante los cuestionamientos por la alarmante inseguridad, el señor presidente, muestra su molestia y hasta enfado y, el tema, deja de ser relevante (viene la pausa), hasta que hay otra sacudida, para reiterar que vamos bien. A cuatro años, el señor presidente culpa de todo al pasado.
Es el México que encontró o el que le dejaron -dice-, por la contaminación tan grande que generaron, incluso desde niveles muy altos. Pareciera olvidar que -el pueblo-, votó para dejar todo eso y, él, tomó la decisión de encontrar la solución, con otras estrategias y con otros actores, para repeler esos problemas y, aún, no hay resultados, si cada semana nos sorprende ‘algo’.
Después de cuatro años, la evaluación -sin pausas- debiera ser hacia adentro. Al señor presidente le llevó años y años, de lucha, para arribar a donde se encuentra. Pareciera que, algunos de sus colaboradores, son ajenos a eso; por el privilegio de tener un espacio (de trabajo y servicio), los resultados deberían avalar su presencia. No es justificable, seguir echándole la culpa al pasado.
Si bien, los responsables de las tareas de seguridad y de acotar a los grupos delictivos organizados, no están en el escenario de las ‘prisas’ por el relevo, quizá tengan otros distractores. Pasan por alto que, los momentos políticos que -ahí- los llevaron, suelen ser pasajeros.
Recordemos los tiempos, cuando llegó “el cambio”, con lo que generó antes y después de las elecciones y…, ¿dónde quedó todo ello? Citaré al propio presidente López Obrador: “…el pueblo no se equivoca” y…, en un futuro no lejano, la llamada ‘trasformación’ (como ‘el cambio’), también podría estar en el olvido… a causa de la muy lastimosa inseguridad que -pareciera- no han visto.
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